Situado a 200 km al sur de Santiago, en una latitud similar a la del sur de España, el valle de Curicó se ha convertido en un paraíso del vino chileno. La mayoría de sus viñedos se asientan en las estribaciones orientales de los Andes, beneficiándose de las refrescantes brisas de montaña, mientras que la firme cordillera costera protege de las influencias oceánicas. Las fluctuaciones de temperatura entre el día y la noche trabajan en armonía para conferir a los vinos una vibrante frutosidad y una acidez revitalizante. Para elevar la experiencia, una edición limitada de la mezcla Carménère-Malbec madura con gracia durante 15 meses en barricas de roble francés, reflejando la excelencia vinícola de la región. A medida que el Valle de Curicó avanza en su trayectoria vitivinícola, continúa forjando su propia identidad, destinada a dejar su huella junto a estimadas regiones vitivinícolas.